Ave, Maria,

gratia plena,

Dominus tecum;

benedicta tu in mulieribus,

et benedictus fructus ventris tui, Jesus.

Sancta María, Mater Dei,

ora pro nobis peccatoribus

nunc et in hora mortis nostrae.

Amen.



Non Nobis Domine, Non Nobis Sed Nomine Tuo da Gloriam


Mantente alerta, con confianza en Cristo y loable en tu fama.


No muestres miedo frente a tus enemigos. Di siempre la verdad aunque te llegue la muerte. Protege a los desamparados y no hagas mal. Éste es tu juramento.



domingo, 31 de enero de 2010

LOS TORNEOS MEDIAVALES


El torneo medieval era el combate de a caballo entre varias personas, principalmente caballeros medievales y nobles puestas en cuadrillas y bandos de una parte y otra. Estas cuadrillas batallaban y se herían entre sí dando vueltas en torno para perseguir cada cual a su contrario. Era la imitación de una batalla y Duraban varios días.
Los torneos proporcionaban una posibilidad  al caballero de ganarse una reputacion por pericia y valentía.
Los torneos eran los acontecimientos sociales por excelencia de la edad media asistia todo el mundo: tratantes de caballos, prestamistas que pagaban rescates, armeros, acrobatas, trovadores, juglares y damas de todo tipo. Algunos torneos duraban una semana y atraían a caballeros de toda Europa.
Normalmente se congregaban el domingo, las justas se realizaban los Lunes y los Martes y se descansaba el Miércoles. El Jueves se elegían los bandos para el combate en grupo. También antes de que comenzara las justas y los combates los caballeros montados a caballo debían insertar sus lanzas en una aro colgado de un palo alto. Esto servia como calentamiento para hombres caballos y público.
Los caballeros europeos pertenecian a un grupo de elite de familias nobles se conocian y luchaban entre ellos estaban unidos en su desprecio por el burgo.
El torneo era una celebración de habilidad talento y valentía pero este juego podia ser mortal. Para miles de caballeros el torneo era la ultima batalla que libraban....
Los caballeros eran mas que guerreros, eran estrellas, los atletas profesionales de la época y en tiempos de paz el torneo era la mejor opurtunidad para exibir sus aptitudes demostrar que eran los mejores.
Las armas utilizadas eran lo más parecidas posible a las reales, generalmente pesadas, que se denominaban "armas corteses", pues habían sido en parte modificadas para evitar accidentes en lo posible (bastones, lanzas sin punta o espadas romas). Sin embargo, pese a todas las precauciones no eran raros los accidentes, con heridas graves y muertes, de manera que la Iglesia llegó en ocasiones a prohibir los torneos.
El organizador establecía las normas que debían regir y enviaba heraldos a los caballeros invitados o que quisieran participar. La celebración tenía lugar en un recinto cerrado, generalmente de planta ovalada, alrededor del cual se disponían las gradas para el público asistente, muy fastuosas y decoradas para los personajes importantes, y sencillas para el pueblo llano; junto a estas instalaciones se levantaban las tiendas destinadas a los caballeros, sus escuderos y criados, así como a los oficiales que se cuidaban del correcto desarrollo del evento; además, las localidades próximas se engalanaban para acoger a los visitantes y participantes, en muchas ocasiones venidos de tierras lejanas.
Los caballeros tenían que especificar su linaje, pues sólo podían enfrentarse entre sí los de un mismo nivel, y situar su estandarte en el campo. Con carácter previo, era habitual que se celebrasen enfrentamientos entre escuderos con armas ligeras, como espadas, que les servían de prueba. Dentro ya del torneo propiamente dicho, en un primer combate, cada participante escogía uno de los estandartes como contrincante, y se enfrentaba a él lanzándose de frente con su montura y lanza; vencía quien rompía más lanzas contra el rival. Al principio, se hacía sin separación entre los caballeros, pero con el tiempo se colocó una valla entre ambos para garantizar la seguridad.
Las competiciones medievales acabaron rigiéndose por ciertas reglas y normas. Cuando se dejaban de lado los reglamentos no se conseguían más que accidentes, algunos de ellos mortales, lo cual no interesaba demasiado. El torneo fue la disciplina que más se practicó durante la edad Media.
Las dos variedades:

Existían dos tipos de acontecimientos: La competicion por equipo que eran combates cuerpo a cuerpo con espachas hachas y mazas y el individual hombre contra hombre a caballo o a pie.
  • Justa o combate individual: Eran lanceros a caballos que arremetían uno contra otro con el objetivo de desmontar al contrincante. Las reglas podían diferir en cada torneo y las elegía el organizador aunque lo mas común era que primero los justadores cargaban hasta cuatro veces con la lanza, si ninguno de los dos caía( en cuyo caso el que permanecía arriba del caballo era el ganador) ambos desmontaban del caballo y luchaban a pie permitiendoseles tres o cuatro golpes(según las reglas) por turno, comenzaba el primero en ser derribado. Si no había un claro ganador decidían los jueces que sumaban puntos segun la habilidad y precision del caballero y podían restarse por golpes nulos. La justa dura poco tiempo y la lanza se va apuntando durante el recorrido, el objetivo es el yelmo o el escudo.Pueden ocurrir dos cosas: que los caballeros erren el golpe, entonces el publico los abucheará o que uno de los dos acierte y la lanza salga volando o que ambos consigan dar un buen golpe y puedan recupersarse para acomodarse nuevamente en la silla o incluso que  a algún participante lo maten.
  • Combate en equipos:  Consistía en que un grupo de caballeros peleaban a pie. El combate en grupo era como una serie de duelos individuales librados todos a la vez entre cualquier número de caballeros y normalmente a pie. Era lo mas parecido a una guerra, se llevaba la armadura completa y las armas podían estar embotadas o no, pero con tantos combatientes los jueces no podían verlo todo y era muy peligroso intervenir. Si un hombre era abatido podia recuperarse y volver a la lucha hasta quedar gravemente herido o inconsciente, era una lucha hasta el final no existía el empate.  Al principio no había una armadura especial para el combate a pie pero se usaban algunas armas interesantes.La lanza no era un arma de caballero pero era utilizada, normalmente se usaban armas embotadas algunas hechas especialmente de madera y huesos de ballena. El garrote era muy popular derribaba al contrario aunque no hacía demasiado daño, también se utilizaban las hachas, las masas y el mayal. Y se introdujo una nueva arma empleada por caballeros a pie en torneos y combates EL HACHA DE GUERRA que median un metro y medio de largo y se usaba con las dos manos, poseía un filo a cada lado y en la punta una cuchilla. Los lugares mas débiles de los caballeros eran el brazo, que siempre era un lugar vulnerable, cualquier punto alrededor de los muslos y también debajo del peto. Los choques eran rapidos y violentos, debido a la armadura solo hacían efecto los golpes fuertes.Si resultaban heridos las atenciones medicas  en la edad media se basaban en remedios herbales y eran bastantes efectivos.  
Historia:

Aunque hubo antecedentes, fue durante el siglo XI cuando aparecieron los torneos, combates a caballo en que los caballeros se enfrentaban entre sí armados con lanzas a lo largo de diferentes rondas y que, en un primer momento, se desarrollaban alrededor de un recinto circular donde los combatientes daban vueltas simulando una batalla; de ahí su nombre, derivado de la palabra "tornear".
Sin duda alguna, fue el espíritu caballeresco de la Edad Media lo que motivó la existencia de los torneos. Uno de los motivos por el que se practicaba este "deporte" era por ajuste de cuentas, luchaban por el honor de una dama, por enemistades o amargas rivalidades.

El primer torneo conocido se celebró en francia en 1066 y se convirtio en el deporte mas popular en la edad media.
Los torneos se hicieron tan populares y hubo tan derramamiento de sangre que afecto al número de caballeros disponibles para la guerra. En uno de ellos celebrado en Alemania en 1240 murieron 80 caballeros.
Archivo:Codex Manesse 081 Walther von Klingen (detail).jpg


La iglesia condeno continuamente su practica denengando incluso un entierro cristiano a los que murieran en ellos.

Era tal la importancia que tenía el torneo para los caballeros que si acaso su rey los prohibía iban a otro reino a participar. Guillermo el conquistador los prohibió, Ricardo I ganó dinero autorizandolos, a Eduardo I le encantaban pero ninguno pudo suprimirlos.

Así, en 1066, Godofredo de Preuilly escribió un tratado de normas que fue ampliamente utilizado en Alemania, Inglaterra, Italia y los reinos peninsulares. Su finalidad fue evolucionando con el transcurso de los siglos, pasando de ser un medio de promoción para caballeros pobres o de prestigio para los más poderosos, y entrenamiento frente a contingencias militares, a tener en los siglos XIV y XV un carácter más lúdico y de espectáculo para disfrute, en primer lugar, de la nobleza y, en último extremo, de entretenimiento para el pueblo llano. A partir del siglo XIII se aceptó la posibilidad de que éste fuera el fundador de esta práctica, o al menos que consiguió dar una idea exacta de ella.


Las leyes del torneo eran las siguientes:

Primera .- En no herir de punta al contrario.

Segunda .- En no pelear fuera de filas.

Tercera .- No pelear varios caballeros contra uno solo.

Cuarta .- En no herir al caballo del rival.

Quinta .- Descargar sólo los golpes al rostro y pecho del rival.

 Sexta .- En no herir al caballero que se alzara la visera.
Poco a poco comenzaron a regularse y se mejoro la seguridad. En 1200 se embotaron las lanzas( es decir se modificaron para evitar accidentes) y se diseñaron para derribar al hombre no para ensartarselas. 
En 1524 el rey enrique VIII de inglaterra olvido bajarse la visera de su yelmo durante una justa y estuvo a punto de morir.
En 1599 Enrique II de Francia no tuvo tanta suerte, una lanza le atravezó el yelmo y entró en su mejilla, murió después de una agonía de 10 días tras tener una justa con Montgomery, capitán de la guardia escocesa.

Características: 

Durante 300 años se uso cota de malla, y esto no serviría contra una lanza embotada o no. Por lo que se necesitaba un escudo, los primeros se hicieron con madera despues de acero. El casco de guerra era inutil es una justa por lo que poco a poco se fue introduciendo el yelmo( pieza diseñada especialmente para un torneo) era muy pesado pero protegía muy bien. A menudo se aumentaba el grosor del lado izquierdo porque era donde habia mas posibilidades de que impactara la lanza.Esta pieza(el yelmo) desviaba la mayoria de los golpes pero el golpe era tal que siempre se podia distinguir a un justador por su nariz rota.
Pero en el torneo habia en juego algo mas que el honor habia dinero mucho dinero para algunos caballeros luchar era la unica forma de obtener fama y fortuna y para todos un duelo era el unico medio de arreglar disputas y vengar afrentas.
En un combate en un duelo o en un torneo si un caballero se rendía era tratado con respeto pero en una batalla se convertían en prisioneros y tenían que pagar rescate por su libertad.
En duelo o en torneo el perdedor debía entregar su caballo y su armadura al ganador, estos eran elementos muy valiosos y debían pagar para recuperarlos.
Curiosamente era el perdedor el que establecía la cantidad a pagar, proponer un precio muy bajo era ultrajante proponia lo que podía permitirse y el vencedor lo aceptaba, para muchas familias eso podía significar la ruina economica.

viernes, 29 de enero de 2010

EL PRIORATO DE SION, SUPUESTO INICIOS

El Priorato de Sión siempre ha causado cierto...interés, por razones varias se han ido tocando temas relacionados...(cuales no lo están...). La verdad sobre el tema, quizás no la sabremos nunca, aunque realmente es uno de los temas más apasionantes con los que puedes toparte..o que te pueden...topar.

Según ciertos indicios la Orden, que posteriormente se convertiría en el Priorato de Sión, fue fundada en 1099 en Jerusalén por Godofredo de Bouillon, y se estableció primero en la abadía de Nuestra señora del Monte de Sión. Todo comenzó con felices augurios. En efecto, incorporar a los Hermanos de la Cruz Roja, era una sabia precaución en este belicosa época de las cruzadas. Pero no hay que dejarse engañar: esta cruz roja era el emblema que un misterioso alejandrino llamado Orsemessus, u Ormus, que san Marcos había convertido al cristianismo, le había asignado a sus "Sabios de la Luz", y la hermandad perduró hasta que Godofredo de Bouillon decidió tomar de ella alguna cruz doctrinal de radiación incierta. Y como no sería conveniente que una hermandad secreta se originase en Tierra Santa sin que la sombra de los esenios ejerciera alguna influencia, los descendientes de esos sabios hebreos se unieron a los Hermanos de Ormus. Así surgió la Orden de Sión.


Es evidente que, al atribuirse tan gloriosas afiliaciones espirituales, se encomendaron a san Juan(el Evangelista...); de hecho, la Orden de Sión fue juanista, vinculándose de esta manera con esa Iglesia interior donde el espíritu sopla de modo más evidente que en la de Pedro. Teniendo en cuenta esto, la Orden de Sión no podía evitar establecer lazos ocultos con la Orden del Templo. No trató de evitarlo....Más aún, reivindicó la paternidad de la Orden mártir. En efecto, sabemos que la Orden del Templo estaba destinada a consolidar el poder de la Orden de Sión, de la cual sólo era una rama secundaria. Así es como tres fundadores de la Orden del Templo pertenecían a la Orden de Sión: Hugues de Payen, Bisol de Saint-Omer y Hugues de Champagne.
La historia de la Orden del Templo ha provocado suficientes interpretaciones como para no sorprendernos ante una nueva que, después de todo, no es más increíble que las demás. Los historiadores de la Orden de Sión invistieron a los monjes-soldados con una dignidad hasta ese momento desconocida: el Templo, servidor de la Iglesia de Juan-este es un lugar común- también era servidor de la primera dinastía, concepto mucho más novedoso.
En 1118, en Gisors se produjo la ruptura entre la Orden de Sión y la Orden del Templo. La actitud de Gerard de Ridefort, el Gran Maestro de la Orden del Templo, hacia Saladino, que contribuyó a la pérdida definitiva de Jerusalén, fue la causa porla cual el Priorato de Sión decidió renegar de su progenitura. Por otra parte, al perder Tierra Santa los miembros de la Orden de Sión se instalaron en el gran priorato de Saint-Samson de Orléans y en el pequeño priorato de Monte Sión en Saint-Jean-le-Blanc, cerca de Orléans. Esta es la razón  por la que la Orden de Sión comenzó a llamarse Priorato de Sión, arquetipo de la sociedad secreta omnipotente que, desde las catacumbas, maneja los hilos. El mito del Rey perdido presenta un nuevo aspecto a través del Priorato........
¿Por qué esa antigua estirpe merovingia nunca volvió a acceder al trono?
Según ciertos autores..."La razón es que , precisamente el verdadero rey no puede pretender. El es el rey, y tal como no podría, sin perjudicarse, darse a conocer......"

CRUZADAS: LA BATALLA DE ACRE


Año de Cristo de 1187. Tierra Santa. Al frente de las tropas musulmanas, el gran Saladino, en la batalla de Hattin, inflingió la más dura de las derrotas de todas las Cruzadas: los Reinos Latinos de Oriente caían en manos sarracenas. El 2 de octubre de aquel año Saladino entraba en Jerusalén, la urbe más sagrada para el cristianismo; allí donde se encontraba el Santo Sepulcro, aquél por el que teóricamente habían jurado luchar y morir los cruzados. Sin embargo, esta ciudad era también sagrada para los musulmanes pues la Cúpula de la Roca, el lugar desde el que Mahoma ascendió a los cielos, se encontraba allí.


De aquella derrota surgió una figura que con el paso de los años se labraría toda una leyenda a sus espaldas.
Tras publicar el Papa Gregorio VII una encíclica, la Audita tremendi, en la que exhortaba a los reyes cristianos europeos a unirse para liberar Tierra Santa, uno de los nobles de aquella época, un tal Ricardo, conde de Poitou y duque de Aquitania, tomó la cruz y las armas y se dirigió a Oriente. Empezó a ser conocido como el Corazón de León, el indomable. Su ímpetu ayudó a que otros muchos se unieran a la causa, e incluso consiguió que el soberano francés, Felipe II Augusto, se uniera a su padre, el rey inglés Enrique II, y mandara tropas a Tierra Santa en enero de 1188. En el camino se uniría a la expedición del rey alemán Federico Barbarroja. Sin embargo, las disputas entre ingleses y franceses no hacían más que acrecentarse y el rey alemán moriría ahogado en el río Salef, arrastrado por el peso de la armadura, y de un paro cardíaco por el contraste del agua fría con el sudor acumulado bajo ella. Así, Ricardo Corazón de León se convirtió en el auténtico lider de aquella nueva Cruzada.
En Junio de 1191, las tropas inglesas de Ricardo, ya nuevo rey de Inglaterra, desembarcaron en Acre, ciudad en manos sarracenas, pero sitiada por los cristianos desde dos años atrás. Allí, en Acre se concentraron los ejércitos que aún quedaban de los Reinos Latinos de Oriente, comandados por el Rey de Jerusalén, Guy de Lusignac; los ejércitos de Federico Barbarroja con el duque Leopoldo de Austria al frente, y las fuerzas del rey francés Felipe II Augusto, con el que finalmente Ricardo había llegado a un acuerdo para luchar juntos un año antes.
Acre capituló el 12 de Julio, y con su capitulación empezaron las disputas entre los distintos reinos cristianos por hacerse con el botín. Los emires de Jerusalén aceptaron las cláusulas de la rendición; la ciudad volvía a manos cristianas, liberarían 1.500 prisioneros y pagarían 200.000 monedas de oro. Además, la Santa Cruz sería devuelta. Una porción de la población se quedaría como rehén, y la otra parte se marcharía si pagaban.

Pero las Cruzadas no eran sólo guerras santas, sino también vías de enriquecimiento. Ricardo y Felipe ya habían acordado el reparto del botín de Acre. Obviamente, eso no gustó al resto de reyes europeos. Leopoldo de Austria izó sus banderas sobre un edificio importante de Jerusalén. Acto seguido, Ricaro se la quitó. La sucesión por el trono de Jerusalén, pasaba por el candidato de Ricardo, Guy, y por el de Felipe, Conrado, pero como siempre, se llevó a cabo lo que Ricardo dijo. Guy de Lausignac fue nombrado Rey aunque a su muerte sería Conrado de Montferrat quien le sucedería. Con ésto se demostró que el verdadero líder de aquella 3ª Cruzada era Ricardo Corazón de León.
Tras ésto todos los reyes europeos que le habían acompañado abandonaron Acre. Ricardo se quedó sólo y al frente de las conversación de rendición. El plazo de pago venció, pero Saladino no pagó el dienro acordado. Las conversaciones se retrasaban, así que Ricardo respondió brutalmente. Mandó atar a los 3.000 rehenes musulmanes, los puso frente a las murallas de Acre, y uno por uno, los ajustició.
El objetivo último de la Cruzada era la toma de Jerusalén, y el mejor camino para poderarse de ella era el puerto más cercano a la ciudad santa: Jaffa. Hacia allí se encaminó Ricardo. En Arsuf llegó el tan temido ataque de Saladino, pero Ricardo mantuvo su formación, y finalmente, los Caballeros Hospitalarios que le apoyaban, atacaron el flanco derecho de las tropas sarracenas, mientras los Caballeros Templarios lo hacían por el izquierdo. El invencible, Saladino, fue derrotado por primera vez en la batalla de Arsuf, acabando así con su mito.

LA LEYENDA DEL ANGEL DE CORDOBA

  

Cuenta El Bayan al Mugrib de Ibn Idhari que era costumbre de guerra expropiar a los pueblos rendidos por capitulación la mitad de toda iglesia que poseían, tal y como ocurrió, por ejemplo, con la Iglesia de Damasco. Cuando conquistaron Córdoba, los musulmanes expropiaron a los mozárabes la mitad de la Iglesia Mayor (Kanisa Kabira) consagrada a San Vicente, transformando aquella mitad en Mezquita, quedando el resto en poder de los cristianos. Conforme se fue acrecentando el número de musulmanes de Al-Andalus, la mezquita resultó insuficiente por lo que Abd al Rahmán Ibn Mu´awiya, el Dajil (Inmigrado), convocó a los mozárabes cordobeses y les pidió la venta de la parte que poseían de la iglesia mencionada, remunerándoles por ello con una fuerte suma, permitiéndoles, además, la reedificación de las iglesias de las afueras de la ciudad que habían sido demolidas en tiempos de la conquista. Corría el 169 de la Hégira (14 de Julio de 785 d.J.) cuando se dieron comienzo a las obras de la que, con el tiempo, habría de ser la mayor mezquita de Occidente.
     Así la mezquita aljama fue construida con la finalidad de dar cabida a la cada vez mayor población cordobesa. Sin embargo, la leyenda nos habla de otro motivo para la construcción de tan famoso templo. Es la leyenda del Angel.
     En el palacio de Al-Ruzafa, Abderramán I dormía plácidamente. Suavemente, de forma apenas perceptible, su semblante se fue alterando sucesivamente. A veces se percibe una sonrisa en su rostro, otras, sin embargo, se contrae en gestos de espanto. Su respiración se agita. El demonio ha hecho presa de su espíritu y ante su vista desfilan los episodios sangrientos de su reinado. Le rodea un mar de sangre y que parece ahogarlo sumergiéndole en el abismo. Grita, pero nadie le socorre. Solo un eco burlón contesta a sus desesperados llamamientos. Parece que no hay salvación. De pronto se ve arrastrado por una multitud informe que le rodea y le arrastra al suplicio. Su poder ha desaparecido, su majestad no es más que una sombra. El insulto y la injuria se clavan en su alma. Siente como le arrastran, le golpean y le escupen, empujándole hasta la margen del río donde le aguardan dos palos cruzados trabados en forma de cruz. Una ola de terror parece arrastrarle y entre una atroz agonía siente como unos clavos agudos se van introduciendo a golpe de martillo en las palmas de sus laceradas manos y en sus destrozados pies. Simultáneamente sus ojos espantados contemplan su propia cabeza clavada en una lanza, llevada por las calles de Córdoba y mostrada en los muros de su palacio como trofeo. ¿Cómo es posible aquello? ¡Él es el emir independiente, soberano absoluto, dueño de vidas y haciendas!
     De repente un súbito resplandor le ciega. Una dulce voz, parece llamarlo:
-¡Emir-Al-Mumenin, Príncipe de los creyentes!.
     Poco a poco abre sus ojos y ve ante él la esbelta figura de un ángel. El Emir sorprendido quiere levantarse pero no puede. Los clavos del tormento aun le sujetan y apenas puede mover sus descoyuntados brazos. Sin embargo un extraño bienestar parece invadirle mientras contempla absorto la celestial aparición.
     ¡Emir soberano de este imperio, que es en la tierra como un adelanto del paraíso que Dios reserva para los fieles! Alá te libró en Damasco de la rebelión de los abbasíes para que tu estirpe no sucumbiera, y te dio este trono con todo su poder y riqueza; su omnipotencia te amparó en los campos desolados cuando huías de tus inclementes enemigos y te acosaba el hambre, el hermetismo de las puertas que ante ti se cerraban y la amenaza del veneno se cernía siempre sobre la leche de camella con que te alimentabas. Hubieras sido festín de chacales en el desierto y eres tú un chacal que dispones a tu capricho de la existencia de los demás. ¿Qué hubieras hecho sin la ayuda de Dios? ¿Qué has dado tú, en cambio al Dios único, generoso y magnánimo? ¿Qué hiciste en penitencia para que el enojo divino no te entregue al demonio y a su encrespada turba de asesinos y verdugos? El poder se pierde en un momento, vana ilusión, que crece cuando crece la arrogancia. Devuélvele a Alá sus favores consagrándole una obra digna de su grandeza, contra la que nada puedan los siglos, que cante a perpetuidad la gloria infinita de Dios por la voz trémula de los creyentes y por la sorpresa de sus ojos frente a tan singular maravilla, asombro y orgullo de las generaciones venideras hasta el fin de los tiempos.
     La noche avanza y la claridad del alba empieza a dibujarse en las celosías de los amplios ventanales. El emir se incorpora con trabajo. Mil ideas confusas se debaten en su cerebro, y los miembros le duelen de aturdimiento y cansancio. Poco a poco se recobra. Se asoma a la ventana y recibe el tonificante frescor de la mañana. Cruza las manos, extiende los brazos y musita una oración. Luego, erguido y gallardo, promete:
-¡Tal será la obra que te consagre, Dios único y legítimo, que el mundo todo le tendrá envidia y dominará a los vientos y vencerá a los días infinitos!
     Tal vez sea solo una leyenda, una historia fruto de la fantasía de un poeta.... o tal vez no. La mezquita sigue asombrando al mundo y sigue siendo el corazón vivo de una ciudad que un día fue la joya más preciada. Una obra así, no cabe duda, solo pudo ser fruto de un sueño....


martes, 26 de enero de 2010

PERGAMINO DE CHINON

 Formato original de un único pergamino de grandes dimensiones (700 x 580 mm.), originariamente con sellos pendientes de los tres legados apostólicos que formaban la Comisión especial apostólica ad inquirendum nombrada por Clemente V: Bérenguer Frédol, cardenal sacerdote del título de los santos Nereo y Achilleo y sobrino del papa, Étienne de Suisy, cardenal sacerdote de San Ciriaco in Thermis, y Landolfo Brancacci, cardenal diácono de San Angelo. Su estado de conservación es discreto, aunque tiene vistosas manchas violáceas debidas al ataque de las bacterias. El original estaba acompañado de una copia simple contemporánea que todavía se conserva en el Archivo Secreto Vaticano con la signatura Archivum Arcis, Armarium D 218.
   ASV, Archivum Arcis, Arm. D 217

    EL documento contiene la absolución impartida por Clemente V al último Gran Maestro del Temple, el fraile Jacques de Molay, y a los demás jefes de la Orden después de que estos últimos hicieran acto de penitencia y solicitaran el perdón de la Iglesia; tras la abjuración formal, obligatoria para todos aquellos sobre los que recayera la sospecha de herejía, los miembros del Estado Mayor templario son reintegrados en la comunión católica y readmitidos para recibir los sacramentos. Perteneciente a la primera fase del juicio contra los Templarios, cuando Clemente V todavía estaba convencido de poder garantizar la supervivencia de la orden religiosa y militar, el documento responde a la necesidad apostólica de eliminar de entre los frailes guerreros la infamia de la excomunión en la que se habían enredado solos al admitir que habían renegado de Jesucristo bajo las torturas del inquisidor francés. Como confirman distintas fuentes de la época, el papa comprobó que entre los templarios se habían insinuado graves formas de malas costumbres y planificó una reforma radical de la orden para después fundirla en una única institución con otra gran orden religiosa-militar, la de los Hospitalarios. El acto de Chinon, supuesto necesario para la reforma, sin embargo, se quedó en papel mojado. La monarquía francesa reaccionó poniendo en marcha un verdadero mecanismo de chantaje que obligará seguidamente a Clemente V a dar un paso definitivo durante el concilio de Vienne (1312): al no poder oponerse a la voluntad de Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, que imponía la eliminación de los Templarios, el papa, una vez escuchado el dictamen de los padres conciliares, decidió suprimir la orden «con norma irreformable y perpetua» (bula Vox in excelso, 22 de marzo de 1312). Clemente V especifica, sin embargo, que esta sufrida decisión no constituye un acto de condena por herejía, al cual no se habría podido llegar sobre la base de las distintas investigaciones realizadas en los años anteriores al concilio. Para pronunciar una sentencia definitiva, por tanto, habría sido necesario un proceso regular que contemplara entre otras cosas la exposición de los argumentos de la defensa por parte de la orden. Pero el escándalo suscitado por las infamantes acusaciones dirigidas a los Templarios (herejía, idolatría, homosexualidad y prácticas obscenas) habría disuadido a cualquiera, según el pontífice, de llevar la vestimenta templaria y, por otra parte, una dilación en la decisión sobre tales cuestiones habría producido la dilapidación de ingentes riquezas ofrecidas por los cristianos a la orden, encargada de correr en ayuda de la Tierra Santa para combatir a los enemigos de la fe. La atenta consideración de estos peligros, junto con las presiones por parte francesa, convencieron al papa a suprimir la Orden de los Caballeros del Templo, al igual que en el pasado, y por motivaciones menores, había sucedido a órdenes religiosas de importancia mucho más relevante.



lunes, 25 de enero de 2010

LOS SECRETOS DEL TEMPLO DE SALOMÓN




Todo es un misterio en los inicios de la Orden del Temple. El primer enigma, que no el más importante, es la personalidad de su fundador. Por lo general, se le conoce como Hugues de Payns. En efecto, generalmente se cree que había nacido en Payns, a un kilómetro de Troyes, en torno a 1080, en el seno de una noble familia emparentada con los condes de Champaña. Era señor de Montigny y habría sido incluso oficial de la Casa de Champaña, puesto que su firma figura en dos importantes actas del condado de Troyes. Por la familia de su madre, era primo de san Bernardo. El hermano de Hugues de Payns habría sido abad de Sainte-Colombe de Sens. Casado, Hugues habría tenido un hijo al que algunos autores hacen abad de Sainte Colombe, en lugar de su hermano.
En resumidas cuentas, sabemos muy pocas cosas de este caballero llamado Hugues de Payns. Se han propuesto otras hipótesis en cuanto a los orígenes de la familia. Se le han encontrado, entre otros, antepasados italianos en Mondovi y en Nápoles. Para algunos su nombre real habría sido Hugo de Pinós y habría que buscar su origen en España, en Bagá, en la provincia de Barcelona, lo cual estaría documentado por un manuscrito del siglo XVIII conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid.
También la fundación de la orden comporta muchas zonas oscuras. Remitámonos en primer lugar a la versión oficial tal como la transmiten los cronistas de la época.
«Algunos caballeros, amados de Dios y dedicados a su servicio, renunciaron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante solemnes votos pronunciados ante el patriarca de Jerusalén se comprometieron a defender a los peregrinos contra los ladrones, a proteger los caminos y a servir de caballería al Señor de los Ejércitos. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia. Al comienzo no fueron más que nueve quienes tomaron tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron con hábitos seglares y se vistieron con lo que los fieles les daban de limosna. El rey, sus caballeros y el señor patriarca se sintieron llenos de compasión por aquellos nobles hombres que lo habían abandonado todo por Cristo, y les concedieron algunas propiedades y beneficios para subvenir a sus necesidades, y para las almas de los donantes. Y porque no tenían iglesia ni morada que les perteneciera, el rey les dio albergue en su palacio, cerca del Templo del Señor. El abad y los canónigos regulares del Templo les dieron, para las necesidades de su servicio, un terreno no lejos de palacio, y por dicha razón se les llamó más tarde templarios».
Pero ¿acaso no eran muy pocos nueve caballeros para guardar los caminos de Tierra Santa? Cabe imaginar, sin duda, que cada uno de ellos debía de contar con algunos hombres, pajes de armas o escuderos. Esto era algo muy habitual aun cuando no se hiciera mención de ello.
Lo que no quita que los comienzos fueron muy modestos y que los primeros templarios no debieron de poder desempeñar la misión a la que se suponía se habían consagrado. Prácticamente desprovistos de medios, no podían hacer gran cosa. La lógica hubiera querido que tratasen de reclutar más hombres a fin de cumplir mejor su misión. Era indispensable. Y sin embargo, no hicieron nada de eso. Evitaron incluso cuidadosamente, durante los primeros años, que su pequeña tropa aumentara.
Todo ello es algo que no se sostiene y el papel de policía de caminos se revela, en tales condiciones, como una mera tapadera para enmascarar otra misión que debía permanecer secreta. Tal vez gracias a la llegada de Hugues de Champaña comprendamos un poco mejor lo que sucedió.
En 1104, tras haber reunido a algunos grandes señores, uno de los cuales estaba en estrecha relación con el futuro templario André de Montbard, Hugues de Champaña partió para Tierra Santa. Tras volver rápidamente (en 1108), había de regresar en 1114 para tomar el camino de vuelta a Europa en 1115, y hacer donación a san Bernardo de una tierra en la que éste mandó construir la abadía de Clairvaux.
En cualquier caso, a partir de 1108, Hugues de Champaña había mantenido importantes contactos con el abad de Citeaux: Étienne Harding. Ahora bien, a partir de dicha época, aunque los cistercienses no fueron habitualmente considerados como hombres consagrados al estudio –al contrario que los benedictinos–, he aquí que se pusieron a estudiar minuciosamente algunos textos sagrados hebraicos. Étienne Harding pidió incluso la ayuda de sabios rabinos de la Alta Borgoña. ¿Qué razón había para generar un entusiasmo tan repentino por los textos hebraicos? ¿Qué revelación se suponía que aportaban tales documentos para que Étienne Harding pusiera de esta manera a sus monjes manos a la obra con la ayuda de sabios judíos?
En este contexto, la segunda estancia de Hugues de Champaña en Palestina pudiera interpretarse como un viaje de verificación (cabe imaginar que unos documentos encontrados en Jerusalén o en los alrededores fueron traídos a Francia). Tras ser traducidos e interpretados, Hugues de Champaña habría ido entonces ya en busca de una información complementaria, ya a comprobar el fundamento de las interpretaciones y la validación de los textos.
Por otra parte, sabemos el importante papel que había de desempeñar san Bernardo, protegido de Hugues de Champaña, en la política de Occidente y en el desarrollo de la Orden del Temple. Le escribió a Hugues de Champaña, respecto a su voluntad de permanecer en Palestina:
«Si, por la causa de Dios, has pasado de ser conde a ser caballero, y de ser rico a ser pobre, te felicitamos por tu progreso como es justo, y glorificamos a Dios en ti, sabiendo que éste es un cambio en beneficio del Señor. Por lo demás, confieso que no nos es fácil vernos privados de tu alegre presencia por no sé qué justicia de Dios, a menos que de vez en cuando gocemos del privilegio de verte, si ello es posible. Lo que deseamos sobre todas las cosas».
Esta carta del santo cisterciense nos demuestra hasta qué punto los protagonistas de esta historia están vinculados entre sí y por lo tanto son capaces de conservar el secreto en el cual trabajan. Además, el propio san Bernardo está él mismo muy interesado en algunos antiguos textos sagrados hebraicos. En cualquier caso, parece que Hugues de Champaña hubiera considerado las revelaciones lo suficientemente importantes como para justificar su instalación en Palestina. Entró en la Orden del Temple y no abandonó ya Tierra Santa, donde murió en 1130.
¿Quién querrá hacernos creer que repudió a su mujer y lo abandonó todo simplemente para guardar caminos con gentes que no querían que nadie les prestara ayuda? Habría que ser verdaderamente ingenuo, por más que se considere que la fe puede ser motivo de muchas renuncias. ¿No se trataba más bien de ayudar a los templarios en la verdadera tarea que les había sido confiada y que Hugues de Champaña tenía buenas razones para conocer?
Todo iba a acelerarse. La Orden del Temple no fue creada oficialmente hasta 1118, es decir, veintitrés años después de la primera cruzada, pero no fue hasta 1128, el 17 de enero, cuando la orden recibió su aprobación definitiva y canónica por medio de la confirmación de la Regla.
Cabe pensar que los documentos verosímilmente traídos de Palestina por Hugues de Champaña (que los había descubierto sin duda en compañía de Hugues de Payns) no dejaban de tener relación con el emplazamiento que posteriormente fue asignado como alojamiento de los templarios.

El Templo de Salomón

El rey de Jerusalén, Balduino, les concedió como alojamiento unos edificios situados en la antigua ubicación del Templo de Salomón. Bautizaron el lugar como alojamiento de San Juan. Había sido preciso desalojar a los canónigos del Santo Sepulcro que Godofredo de Bouillon había instalado primero allí. ¿Por qué no se buscó más bien otra morada para los templarios? ¿Qué necesidad imperiosa había para ofrecerles por albergue dicho lugar concreto? La razón, en cualquier caso, no tiene nada que ver con la policía de caminos.
Reconstrucción artística del Templo de Salomón.
El subsuelo estaba formado por lo que se conocía como las caballerizas de Salomón. El cruzado alemán Juan de Wurtzburgo decía que eran tan grandes y maravillosas que se podía albergar en ellas a más de mil camellos y mil quinientos caballos. Sin embargo, se las destinó íntegramente para los nueve caballeros del Temple que se negaban en principio a reclutar a más gente. Las desescombraron y las utilizaron a partir de 1124, cuatro años antes de recibir su Regla y de dar comienzo a su expansión. Pero ¿únicamente las utilizaban como caballerizas o se practicaban en ellas discretamente excavaciones? Y, en tal caso, ¿qué estarían buscando?
Uno de los manuscritos del Mar Muerto encontrado en Qumran y descifrado en Manchester en 1955-1956 citaba gran cantidad de oro y de vajilla sagrada que formaban veinticuatro montones enterrados bajo el Templo de Salomón. Pero en la época de los templarios, tales manuscritos dormían en el fondo de una cueva y, aun cuando podamos imaginar la existencia de una tradición oral a este respecto, cabe pensar que las búsquedas se enfocaron más bien hacia textos sagrados o hacia unos objetos rituales de primera importancia que hacían vulgares a los tesoros materiales.
¿Qué pudieron encontrar en aquel lugar y, antes que nada, qué se sabe respecto a este Templo de Salomón del que tanto se habla? Al margen de las leyendas, muy poca cosa: ningún rastro identificable por los arqueólogos, sino básicamente unas tradiciones transmitidas a lo largo de los siglos y algunos pasajes de la Biblia.
Fue sin duda edificado hacia el año 960 antes de Cristo, al menos en su forma primitiva. Salomón, que deseaba construir un templo a mayor gloria de Dios, había establecido unos acuerdos con el rey fenicio Hiram, que se había comprometido a proporcionarle madera (de cedro y de ciprés). Éste le enviaría también trabajadores especializados: canteros y carpinteros reclutados en Guebal, donde los propios egipcios tenían por costumbre reclutar a su mano de obra cualificada.
Fragmento del Muro de las Lamentaciones. De fondo se puede observar
 la Cúpula de la Roca.
Pero cuando los templarios se instalaron en su emplazamiento, no quedaba ya del Templo más que un fragmento del Muro de las Lamentaciones y un magnífico pavimento casi intacto. En su lugar se alzaban dos mezquitas: Al-Aqsa y la mezquita de Omar. En la primera, la gran sala de oración fue dividida en habitaciones para servir de alojamiento a los templarios. Ellos añadieron nuevas construcciones: un refectorio, bodegas y silos.

El Arca de la Alianza

Los templarios parecen haber hecho en esos lugares interesantes descubrimientos. Si bien la mayor parte de los objetos sagrados habían desaparecido en el momento de las diversas destrucciones, y principalmente durante el saqueo de Jerusalén por Tito, hubo uno que, aún habiéndose volatilizado, no parecía haber sido sacado de allí. Ahora bien, había sido para albergar dicho objeto por lo que Salomón hizo construir el Templo: el Arca de la Alianza que guardaba las Tablas de la Ley. Una tradición rabínica citada por Rabbí Mannaseh ben Israel (1604-1657) explica que Salomón habría hecho construir un escondrijo debajo del propio Templo, a fin de poner a buen recaudo el Arca en caso de peligro.
Este Arca se presentaba bajo la forma de un cofre de madera de acacia de dos codos y medio de largo (1,10 m) por un codo y medio de ancho (66 cm), y otro tanto de alto. Tanto interior como exteriormente, las paredes estaban recubiertas de panes de oro. El cofre se abría por arriba mediante una tapa de oro macizo encima de la cual figuraban dos querubines de oro batido que estaban uno enfrente del otro, con las alas replegadas y tendidas la una hacia la otra.
Tenía unas anillas fijas, que permitían introducir unas barras –recubiertas también de oro– para transportar el Arca. Por último, sobre la tapa, entre los querubines, había una chapa de oro. Este kapporet estaba considerado por los judíos como el «trono de Yavé». Se hace referencia a él en el Éxodo, donde Yavé dice a Moisés:
«Allí me revelaré a tí y desde lo alto del propiciatorio, del espacio comprendido entre los dos querubines». ¿Qué quiere decir esto? No queda más remedio que clasificarlo dentro del misterioso epígrafe de los objetos llamados de culto cuya función nos es desconocida. Los querubines alados parecen sugerir unos «hombres voladores», unos «ángeles» intermediarios entre los hombres y los dioses. Nos abstendremos por nuestra parte de dar cualquier parecer acerca de esta cuestión, pero tampoco nos atreveríamos a rechazar a priori ninguna hipótesis, toda vez que no se ha aportado ninguna explicación totalmente convincente, y no resultará sin duda fácil explicar por qué el Arca estaba construida a modo de un condensador eléctrico.
Como ya hemos dicho, no parece que el Arca hubiera sido robada con ocasión de alguno de los diferentes saqueos o por lo menos, de ser cierto, fue recuperada, según los textos. Su desaparición por medio de un robo habría dejado numerosos rastros, tanto en los textos como en la tradición oral.
Louis Charpentier nos recuerda:
«Cuando Nabucodonosor tomó Jerusalén, no se hace ninguna mención al Arca entre el botín. Hizo quemar el Templo en 587 antes de Cristo». A Charpentier no le cabe ninguna duda acerca de ello: el Arca permaneció en su sitio, oculta bajo el Templo, y los templarios la descubrieron.
Pensemos también en la construcción del Templo que Salomón confió al maestro Hiram. El arquitecto, según la leyenda, murió a manos de unos compañeros celosos a quienes había negado la divulgación de determinados secretos. Como consecuencia de la desaparición de Hiram, Salomón envió a nueve maestros en su busca. Nueve maestros, como los nueve primeros templarios, en busca del arquitecto de los secretos.

Satán prisionero

Examinemos aún otra posibilidad, por más descabellada que ésta sea.
Según el Apocalipsis de san Juan, desde que fuera derrotado y expulsado del cielo con los ángeles caídos, Satán está encadenado en los abismos. Ahora bien, afirma la tradición que este abismo tiene unas salidas y que éstas se hallan obturadas. Una de ellas se encontraría precisamente sellada por el Templo de Jerusalén. El alojamiento de los templarios habría estado así situado en un lugar de comunicación entre diferentes reinos, característica común con la del Arca de la Alianza. Era un punto de contacto tanto con el cielo como con los Infiernos: uno de esos lugares sagrados siempre ambivalentes, consagrados tanto al bien como al mal. En suma, un ámbito de comunicación ideal del que los templarios se habrían convertido en guardianes.
Asimismo se cuenta que el Templo de Salomón había estado precedido en ese emplazamiento por un templo pagano consagrado a Poseidón. Ahora bien, se ignora a menudo que Poseidón no se convirtió en dios del mar más que tardíamente. Con anterioridad, tenía rango de Dios supremo y no fue sino con la llegada a Grecia de los indoeuropeos cuando Zeus se hizo con el liderazgo de las divinidades.
Poseidón había sido, desde los tiempos de los pueblos pelasgos, el Dios creador, demiurgo que tenía un vínculo privilegiado con las aguas madres saladas. Era el gran sacudidor de las tierras, señor de las potencias telúricas y, en ciertos aspectos, próximo a Satán.
Los templarios encargados de custodiar los lugares por los cuales Satán habría podido evadirse de la prisión que le fue atribuida en la noche de los tiempos es algo que le parecerá sin duda grotesco a más de un lector moderno, pero que sería conveniente resituar en las creencias de la época. Y luego, nunca se sabe... Tanto más cuanto que Salomón hizo también erigir unos santuarios para unas «divinidades extranjeras». Consagró en particular unos templos a Astarté, «la abominación de los sidonios» y a Milkom, «el horror de los amonitas». El «dios celoso» de Israel debió de sufrir por ello. ¿No hacía con ello Salomón sino ceder a las presiones de sus numerosas concubinas extranjeras? Si actuó así para halagarlas, ¿qué no haría en recuerdo de la reina de Saba, cuyo reino sin duda podemos situar en el Yemen? Los dioses del país de Balkis, en su mayor parte, olían fuertemente a azufre.

¿Qué encontraron allí?

En resumen, puede considerarse como una certeza casi absoluta el hecho de que Hugues de Payns y Hugues de Champaña descubrieron documentos importantes en Palestina entre 1104 y 1108.
Estos hallazgos estuvieron sin duda en la base de la constitución del grupo de los nueve primeros templarios y deben ser vinculados a la decisión de darles por residencia el emplazamiento del Templo de Salomón.
Allí, efectuaron excavaciones. No era cuestión, en esta fase, de aumentar sus efectivos, por obvias razones de secreto. Sus búsquedas debieron de llevarles a encontrar algo realmente importante, al menos a sus ojos. A partir de ese momento, la política de la orden cambió. ¿Qué habían encontrado? ¿El Arca de la Alianza? ¿Una manera de comunicarse con potencias exteriores: dioses, elementos, genios, extraterrestres u otra cosa? ¿Un secreto concerniente a la utilización sagrada y, por así decirlo, mágica de la arquitectura? ¿La clave de un misterio ligado a la vida de Cristo o a su mensaje? ¿El Grial? ¿El medio de reconocer los lugares donde la comunicación, tanto con el cielo como con los Infiernos, es facilitada, aún a riesgo de liberar a Satán o a Lucifer?
Uno diría estar frente a una narración de H. P. Lovecraft, ciertamente. Pero tales cuestiones, por más que no sean racionales, se plantean imperiosamente en el contexto de la época.
Extraído del libro La otra historia de los templarios, de Michel Lamy.

domingo, 24 de enero de 2010

SAN MIGUEL ARCANGEL





Se lo representa con el traje de Guerrero o de Soldado Centurión como Príncipe de Milicia Celestial que es.

Sancte Michael Arcángele, defende nos in prelio...

¿Quién es San Miguel Arcángel?

San Miguel es uno de los siete arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia. Los otros dos son Gabriel y Rafael. La Santa Iglesia da a San Miguel el más alto lugar entre los arcángeles y le llama "Príncipe de los espíritus celestiales", "jefe o cabeza de la milicia celestial". Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios contra el demonio y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento.
Muy apropiadamente, es representado en el arte como el ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su talón sobre la cabeza del enemigo infernal, amenazándole con su espada, traspasándolo con su lanza, o presto para encadenarlo para siempre en el abismo del infierno.
La cristiandad desde la Iglesia primitiva venera a San Miguel como el ángel que derrotó a Satanás y sus seguidores y los echó del cielo con su espada de fuego.
Es tradicionalmente reconocido como el guardián de los ejércitos cristianos contra los enemigos de la Iglesia y como protector de los cristianos contra los poderes diabólicos, especialmente a la hora de la muerte.


La Fidelidad de San Miguel para con Dios:


El mismo nombre de Miguel, nos invita a darle honor, ya que es un clamor de entusiasmo y fidelidad. Significa "Quién como Dios".
Satanás tiembla al escuchar su nombre, ya que le recuerda el grito de noble protesta que este arcángel manifestó cuando se rebelaron los ángeles. San Miguel manifestó su fortaleza y poder cuando peleó la gran batalla en el cielo. Por su celo y fidelidad para con Dios gran parte de la corte celestial se mantuvo en fidelidad y obediencia. Su fortaleza inspiró valentía en los demás ángeles quienes se unieron a su grito de nobleza: "¡¿Quién como Dios?!." Desde ese momento se le conoce como el capitán de la milicia de Dios, el primer príncipe de la ciudad santa a quien los demás ángeles obedecen.


LOS MONJES GUERREROS


 LOS TEMPLARIOS

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (latín: Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici), comúnmente conocida como los Caballeros Templarios o la Orden del Temple (francés: Ordre du Temple o Templiers) fue una de las más famosas órdenes militares cristianas. Esta organización se mantuvo activa durante poco menos de dos siglos. Fue fundada en 1118 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens tras la Primera Cruzada. Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaron a Jerusalén tras su conquista. Aprobada de manera oficial por la Iglesia Católica en 1129, la Orden del Templo creció rápidamente en tamaño y poder. Los Caballeros Templarios empleaban como distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada. Los miembros de la Orden del Templo se encontraban entre las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas. Los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco, y edificando una serie de fortificaciones por todo el Mediterráneo y Tierra Santa. Se toma como fecha del final de su actividad el año 1314 a pesar de que en 1291 tuvo lugar la Caída de Acre, con los últimos templarios luchando junto a su Maestre, Guillaume de Beaujeu, lo que constituyó el fin de la presencia cruzada en Tierra Santa, pero no el fin de la Orden, que mudó su Cuartel General a Chipre. Es en 1314 cuando se produce el final de la Orden con la quema de Jaques de Molay y Geoffroy de Charnay . Parece ser que un tal Esquieu de Floyran le fue a Jaime II de Aragón con la especie de que un prisionero templario, con quien había compartido una celda, le había confesado los pecados de la Orden. Jaime no le creyó y lo echó "con cajas destempladas"..., así que Esquieu se fue a Francia a contarle el cuento a Guillermo de Nogaret, que no tenía más voluntad que la del Rey, y que, creyera o no creyera en el mismo, no perdió la oportunidad de usarlo como pie para montar el dispositivo que, a la postre, llevó a la disolución de la Orden con la orden de ejecución de los últimos maestros Templarios.

EL SANTO GRIAL, UNA BUSQUEDA MISTICA

Templarios y el Grial
La búsqueda del Santo Grial es uno de esos mitos que perduran siglo tras siglo; una creencia entre mística y popular que se originó allá por el siglo XII y que no se ha abandonado hasta el día de hoy. Y como suele ocurrir en historias de este tipo, su leyenda se ha ido engrandeciendo con el tiempo y haciendo que cada vez se presente más difusa esa extraña barrera entre la ficción y la realidad.
¿Qué es realmente el Santo Grial?… La creencia popular siempre pensó que era el cáliz de Cristo, aquel que utilizó en la Última Cena, la copa con la que posteriormente José de Arimatea recogió la sangre del Hijo de Dios mientras estaba crucificado, y quizás por ello, se le atribuyen poderes misteriosos.
Con el paso de los siglos, aquella búsqueda de ese Sagrado Cáliz a la que se ha asociado a los Caballeros Templarios, e incluso hasta al Tercer Reich alemán, se ha convertido en algo más que la propia física de una copa de madera. De ese Santo Grial se ha teorizado conque podría tratarse incluso de la matriz de María Magdalena a la que determinados escritos (supuestamente escondidos por la Iglesia) asocian con la esposa de Jesús, con el que probablemente tuvo descedencia.
Y es a partir de esa teoría cuando se comienza a relacionar a la búsqueda del Santo Grial con la búsqueda de la descendencia de Cristo.

Un primer documento, del año 1010, menciona por primera vez en latín medieval, la palbra “gradales”, de la que derivó posteriormente “graal” (en francés), “grail” (en inglés) y “grial”, en España. Precisamente en nuestro país, por Grial se designaba en épocas medievales a ciertos recipientes en forma de copa de uso doméstico.
Santo Grial
Una forma más, ésta, de relacionarlo con la búsqueda del Cáliz. Pero los que defienden la teoría de la descendencia, hacen hincapié que la derivación de aquel “gradal” inicial a “graal”, no fue correcta. No fue el “San Graal” lo que se trasladó, sino el “Sang Raal”, es decia, la Sangre Real. Puede que, según esta teoría, lo que se trasladara de Asia a Europa no fuera entonces una copa de madera, el Grial o cáliz de Cristo, sino la Sangre Real, el linaje y descendencia de Cristo.
Obviamente, un descubrimiento así podría suponer un auténtico terremoto para las creencias religiosas cristinas, y podría suponer daños irreparables para la Iglesia Católica. Quizás por ello se han asociado distintas facciones misteriosas que luchaban a lo largo de los siglos por defender ese sagrado cáliz y mantenerlo oculto y otros por lo contrario, sacar la Historia a la luz. Nombres como el del Priorato de Sion, o el de los Illuminati se han asociado con su búsqueda.
Sin embargo, hubo un hecho que reforzó la leyenda. Fue en un perdido pueblo francés, allá por el siglo XIX, de nombre Rennes-Le-Chateau. Desde el siglo XII diversos escritos comenzaron ya a hablar de la leyenda, relacionándola con el Rey Arturo y sus caballeros. Eran los años en que los Templarios dejaron atrás Jerusalén. Un siglo después, un poeta alemán, Wolfram von Eschenbach, dejó escrito que los templarios custodiaban y ocultaban aquel objeto sagrado. Investigaciones realizadas en pleno siglo XX sacaron a la luz teorías (que no pruebas) de que durante siglos hubo una conspiración eclesiástica apoyada por los reyes de Francia de aquella época para mantener oculto un terrible secreto. Aquellas teorías que se plasmaron en un polémico libro, El Enigma Sagrado (1982), y que concluía afirmando que la búsqueda del Santo Grial era la búsqueda de todo el linaje de David con el que se entroncaba el de Jesucristo, fueron las que sirvieron de base para el libro de Dan Brown, El Código da Vinci, el que finalmente le ha dado la fama necesaria a un caso que se mantuvo durante siglos, sino oculto, sí en las sombras.
Aquellas mismas investigaciones observaron que alrededor de Rennes-le-Chateau se había construido una triada de enclaves templarios, formando así una red de protección alrededor del pueblo. Eran los castillos de Champagne-sur-Aude, el de Blanche-fort y el de Saint Just et le Bézu. Y entonces fue cuando se recordó cierto hecho ocurrido en aquel pueblo perdido de Francia
Pero esa… esa es otra historia…

EL TESORO ENCANTADO DE LA ALHAMBRA

Cuenta una leyenda que el rey Boabdil, antes de abandonar Granada rumbo al exilio, ordenó esconder todos sus tesoros en una torre de la Alhambra. Un soldado fue empujado al interior de la torre, junto al oro, las joyas y los demás objetos de valor, con la misión de protegerlos. Cerraron la puerta a su espalda, y después un mago de la corte realizó un poderoso encantamiento. Mediante el mismo el contenido de la torre quedaba oculto para siempre a la rapiña de los cristianos, y el soldado, de forma indirecta, condenado a permanecer allí prisionero probablemente hasta el fin del mundo.
La Alhambra. Torre de los Picos vista desde el Generalife
Como al rey esto le pareció un castigo demasiado cruel, se establecieron ciertas condiciones que tal vez permitan al soldado conseguir algún día su libertad. Cada tres años puede salir durante breves instantes al exterior. Ha de encontrar entonces a alguien que pague su rescate, el cual consiste en tres monedas prestadas, pensadas y dobladas (es decir, el rescatador tiene que pedírselas a un amigo, hacerle pensar que son para él, y cada una debe valer el doble que la anterior). Si las consigue, tiene derecho a llevarse una pequeña parte del tesoro como premio. Pero hasta el día de hoy eso no ha sucedido, y el soldado sigue prisionero entre aquellas cuatro paredes, consumiéndose poco a poco, tal vez perdiendo la cordura lentamente…
De esta leyenda existen pequeñas variantes. En esencia, me he atenido a lo que se extrae de “Los tesoros de la Alhambra”, relato del costumbrista Serafín Estébanez Calderón publicado por primera vez en 1832. Este narra cómo un estudiante se encuentra con el soldado mientras pasea por las cercanías de la Alhambra. Aunque consigue las tres monedas, el soldado no obtiene la libertad (ni el estudiante parte del tesoro) porque una de ellas lleva la efigie de los Reyes Católicos. Por si alguien tiene curiosidad, la torre que Estébanez Calderón escoge como escenario del encantamiento es la conocida actualmente como Torre de los Picos.
Según otra versión, también protagonizada por un estudiante, la condición para rescatar al soldado consiste en ir acompañado por una joven cristiana y por un sacerdote en ayuno, quien ha de portar una cesta llena de manjares sin intentar comer ninguno durante el camino. Washington Irving escribió también un relato sobre el tesoro encantado, titulado “El legado del moro”, al que sitúa en un subterráneo al cual se accede a través de la Torre de los Siete Suelos. Aquí no hay solo un soldado encantado, sino dos, pero permanecen inmóviles junto al tesoro y no juegan ningún papel en la narración.
soldadoarabe.gif
La variedad de versiones sobre esta leyenda nos habla de la popularidad de las historias sobre tesoros ocultos, encantados o no, situados en territorios de España anteriormente ocupados por los musulmanes. En la Andalucía post-reconquista algunos cristianos sufrieron una pequeña fiebre del “oro moro”, que afectó a personajes en teoría poco proclives a creer en invenciones, como por ejemplo el navegante Sebastián Caboto, quien excavó varios patios de Sevilla logrando únicamente agujerear su propio bolsillo y su prestigio. Su credulidad resulta sorprendente. A poco que se piense en ello se encuentra razones para dudar de que los musulmanes que rechazaron convertirse al cristianismo dejasen atrás tesoros escondidos durante su progresivo retroceso hacia el sur y su final exilio al otro lado del mar.
Resulta lógico pensar que quien se ve obligado a marchar al exilio, afrontando un futuro incierto, se lleve con él su oro y sus cosas de valor, ya que podrán hacerle falta. Además, quien tiene un tesoro, tiene medios para alquilar mulas y barcas con las que transportarlo, y tal vez hasta unos soldados para vigilarlo. Parece improbable que lo oculte en un lugar al que probablemente no vuelva nunca y se entretenga después en trazar conjuros en el aire. Los musulmanes exiliados o expulsados de la península sólo dejaron atrás aquellos muebles que no podían transportar y las paredes de sus casas.
El único tesoro que hay en la Alhambra es la propia Alhambra. Las auténticas riquezas que nos dejaron los musulmanes fueron sus suntuosas construcciones arquitectónicas, sus conocimientos de agricultura, las obras de Averroes e Ibn Hazm… , en definitiva, su valiosa influencia cultural, y un pasado exótico y maravilloso con el que soñar, como soñaron Serafín Estébanez Calderón y Washington Irving, y como los hacemos nosotros cuando leemos sus relatos o cuando escuchamos las viejas leyendas acerca de moras encantadas, sabios astrólogos y reyes gentiles enamorados de sensuales esclavas.

NICOLAS FLAMEL Y LA PIEDRA FILOSOFAL

La piedra filosofal, también llamada “elixir rojo” o “tintura de oro”, es una sustancia en forma de polvo, obtenida mediante complejos procesos alquímicos, que permite transmutar cualquier metal en oro. Se le atribuye asimismo la propiedad de curar todas las enfermedades y proporcionar la inmortalidad a quien la ingiera.
El alquimista, cuadro de sir Williams Fettes Douglas
La transmutación de los metales era el objetivo principal del arte medieval de la Alquimia, que constituía a la vez una búsqueda experimental y espiritual, motivo por el cual sus tratados están escritos en un lenguaje hermético que resulta ininteligible a los no iniciados. Los procedimientos alquímicos conllevan una carga simbólica que sus practicantes deben comprender antes de ponerlos en práctica.
Se basaban en la creencia de que toda sustancia material está formada por los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) y dos principios básicos: azufre y mercurio. El alquimista debía buscar una materia prima y realizar sobre ella cuatro operaciones: licuarla, evaporar el agua superflua, separar los dos principios básicos y después purificarlos. Paradójicamente, para obtener la piedra filosofal, la materia prima de partida era una pequeña cantidad de oro, inversión inicial que llevó a muchos a la ruina.
La época dorada de la Alquimia fue campo abonado para timadores que se presentaban ante sus víctimas como depositarios de los secretos de la piedra filosofal. Realizaban demostraciones prácticas basadas en burdos trucos (como, por ejemplo, recubrir de hierro una barra de oro) y en el poder de sugestión que proporcionaba la creencia generalizada en ciertos antecedentes. Existían personajes célebres a los cuales se les atribuía más allá de toda duda el logro de la transmutación de los metales en oro: Ramón Llull, Arnaldo de Villanova, Paracelso, Bernardo Trevisano y, sobre todo, Nicolas Flamel, quien además dejó una narración de sus investigaciones titulada Explicación de las figuras jeroglíficas puestas por mí, Nicolas Flamel, escribano, en el cementerio de los Inocentes, en la cuarta arcada.
Flamel era escribano y librero en la ciudad de París. Una noche un ángel se le apareció en sueños y le mostró un libro extraordinario cuyo contenido, sin embargo, no llegó a ver. Años después, en 1357, un hombre entró en su librería y le ofreció un volumen en el cual Flamel reconoció aquel libro de su sueño. Aunque el hombre le pidió la importante suma de dos florines, él no dudó en comprarlo.
Tenía una tapa de cobre bien encuadernada, sus hojas no estaban hechas de papel ni de pergamino, sino de corteza de arbusto, y parecía muy antiguo. En lugar de letras contenía unas figuras extrañas que Flamel no alcanzaba a comprender, y lo firmaba un tal Abraham el Judío.
Nicolas Flamel
Durante los años siguientes, con la ayuda de su fiel esposa Perenelle, intentó descifrar el contenido del libro. Sin embargo, a pesar de dedicarle varias horas durante todas las tardes, no realizaba ningún progreso. Frustrado, consultó a los alquimistas más célebres de París, pero estos no supieron proporcionarle pista alguna acerca del significado de aquellos símbolos.
Como en Francia no hallaba respuestas, decidió viajar a la cuna de la Alquimia europea: la Península Ibérica. Mientras peregrinaba a Santiago de Compostela, conoció a un judío converso llamado Canches, quien al ver una copia de varios pasajes del libro le dijo emocionado que aquellos signos estaban relacionados con la Cábala. Deciden entonces regresar juntos a París para profundizar en el estudio de la obra. Antes de llegar, Canches, ya muy enfermo desde tiempo atrás, muere.
No obstante, el español ya había dado a Flamel la clave para descifrar el manuscrito, por lo que este continuó estudiándolo en compañía de su esposa, y pronto ambos comenzaron a realizar experimentos. En 1382 logran convertir mercurio en plata. Unos meses más tarde obtienen la piedra filosofal y el 25 de abril transmutan por fin una cierta cantidad de mercurio en oro puro. A partir de aquí amasan una pequeña fortuna que dedican sobre todo a obras de caridad. Al menos, eso es lo que el propio Flamel cuenta en el escrito que se le atribuye.
Se considera un hecho comprobado que Nicolas Flamel adquirió una gran fortuna en muy poco tiempo, lo cual se convirtió para sus contemporáneos en prueba irrefutable de que poseía el secreto de la transmutación de los metales. Unos años después de su muerte, tanto su tumba como la de su esposa fueron saqueadas para buscar la piedra filosofal y el libro de Abraham el Judío, pero ni una ni otro aparecieron. Algunos dicen que tampoco se encontraron los restos del matrimonio, ya que ninguno de los dos murió realmente, ni morirán nunca, gracias a las propiedades regeneradoras de la piedra filosofal. La escritora inglesa J. K. Rowling aprovechó esta leyenda para su novela Harry Potter y la piedra filosofal.

viernes, 22 de enero de 2010

LOS POBRES CABALLEROS DE CRISTO


TEMPLARIOS
 
La orden de los templarios fue fundada en Jerusalén en 1119 por Hugo de Payns y otros ocho caballeros franceses más, con el nombre de pobres caballeros de Cristo. Su misión era proteger a los muchos peregrinos que acudían a los Santos Lugares. Más tarde, el rey de Jerusalén, Balduino II, los instaló en un palacio cercano al antiguo templo de Salomón, por lo que cambiaron su nombre por el de Caballeros del Temple. Con la ayuda de San Bernardo de Claraval, que redactó su regla, severa y ascética, la orden creció rápidamente. Durante la época de las Cruzadas, los templarios participaron muy activamente en la defensa de Palestina, donde poseían numerosas fortalezas. Al mismo tiempo actuaron como banqueros de los peregrinos, por lo que obtuvieron grandes riquezas. Al ser expulsados los cristianos de Palestina, los templarios se retiraron a Chipre. También tenían comunidades, o templos, en Europa. En la península Ibérica se establecieron durante el siglo XII, primero en Cataluña, Aragón y Navarra y posteriormente en Castilla y León. Tenían a su cargo la defensa de las fronteras y participaron en numerosas expediciones contra los musulmanes (conquista de Lérida, Tortosa, Cuenca, Valencia, Mallorca, batalla de las Navas de Tolosa, etc...). A la muerte de Alfonso I el Batallador fueron nombrados herederos, junto con otras órdenes militares del reino de Aragón; a cambio de su renuncia a la herencia recibieron diversas fortalezas. En Francia, los templarios se habían convertido en banqueros de los reyes. Felipe IV de Francia, el Hermoso, ante las deudas que había adquirido con ellos, convenció al papa Clemente V de que iniciase un proceso contra los templarios, acusándoles de impiedad (1307). El gran maestre de la orden, Jacques de Morlay, y 140 miembros fueron arrestados. Considerados inocentes en el concilio de Vienne (cuatro años después), Clemente V disolvió la orden y creó una comisión que reemprendió el proceso. Fueron condenados a prisión, pero el consejo real de Felipe IV los sentenció a muerte por relapsos. El rey francés se apoderó de sus bienes mobiliarios, aun entregando sus posesiones a los hospitalarios. En los otros países europeos las acusaciones no prosperaron, pero, a raíz de la disolución de la orden, los templarios fueron dispersados, y sus bienes pasaron a la Corona (Castilla), a otras órdenes militares ya existentes (Aragón y Cataluña) o a órdenes de nueva fundación (Montesa en Valencia y de Jesucristo en Portugal).

El abad Bernardo (futuro San Bernardo de Claraval) en su escrito "De laude novae militiae" ofrecía esta semblanza del nuevo caballero del Temple (en una época donde era considerada una muestra de debilidad y vanidad el peinarse o lavarse demasiado):
Para cada uno de ellos la disciplina es una devoción y la obediencia una forma de respetar a sus superiores: se marcha o se regresa a la indicación de quien supone la autoridad. Todos llevan el vestido que se les ha proporcionado y a nadie se le ocurriría buscar fuera comida o ropajes. Porque estos caballeros mantienen fielmente una existencia compartida, sencilla y alegre, sin esposa ni hijos. Jamás se les verá ociosos o buscando aquello que no les interesa. Nunca dan muestras de ser superiores a los demás. Todos muestran más respeto al valiente que al noble. Odian los juegos de los dados y el ajedrez, por nada del mundo participarían en cacerías, se rapan el cabello al ras, en ningún momento se peinan, en escasas ocasiones se lavan, su barba siempre aparece hirsuta y sin arreglar, van sucios de polvo y su piel aparece curtida por el calor y la cota de malla. Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la Fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno. ¡Moveros con paso firme, caballeros, y forzad a la huida al enemigo de la Cruz de Cristo! ¡Tened la seguridad que ni la muerte ni la existencia os podrán alejar de su caridad! ¡Glorioso será vuestro regreso de la batalla, dichosa vuestra muerte, si ocurriera, de mártires en el combate!





LOS PROTECTORES DEL CAMINO DE SANTIAGO


LOS TEMPLARIOS

No solo lucharon contra los infieles, también fueron los guardianes del Camino, protegiendo a los Peregrinos de asaltantes, portazgueros y hospederos.

1. Ladrones. Bandas organizadas en los Montes de Oca.

2. Portazgo. Vascos y Navarros exigían el Pago del Portazgo y en muchas ocasiones secuestraban a los peregrinos usándolos como bestias de carga.

3. Portazgo. Vega de Valcarce. Desde el Castillo de Autares, se exigía el Portazgo, los Templarios se instalaron en el Castillo de Sarracin, para defender a los Peregrinos del pago del Portazgo.

4. Hospederos. Ver la historia de la Picara Justina en Mansilla de las Mulas.

A continuación, mostramos diferentes zonas, protegidas por las distintas Ordenes que actuaban en el Camino:

Orden del Temple. Cuidaban la zona de Santa Mariña de Augasantas.

-.Orden de San Juan de Jerusalén (Malta).Cuidaban el paso por puente medieval de Vilanova. Al lado del puente, existe una iglesia románica del siglo XII. Desde 1170, tuvo un priorato en Allariz.
-.Orden de Santiago. Protegía el itinerario Laza-Xunqueira-Ourense
-.Orden de Barra (Santiago). Protegía el tramo de Codesedo, al pie del Monte Talariño, hasta Vilar de Gumareites, municipios de Sarreaus y Vilar de Barrio.
-.Orden Cisterciense.  En el Siglo XII, se establecieron en la Abadía de Santa Maria de Oseira, que disponía de u Hospital donde atendían a numerosos Peregrinos.
-.Orden Hospitalaria del Sancti Spiritus (Espiritu Santo). Protegían el Camino Inglés, durante el Siglo XIV.





No muestres miedo frente a tus enemigos. Di siempre la verdad aunque te llegue la muerte. Protege a los desamparados y no hagas mal. Éste es tu juramento.

miércoles, 20 de enero de 2010

LA SACERDOTISA GUARDIANA DEL GRIAL

María Magdalena no fue ninguna prostituta, tal como difama la tradición patriarcal, sino una sacerdotisa de la Diosa, una Guardiana del Grial. Ella fue la que ungió a Jesús y lo convirtió en el Cristo. Ella era la autorizada para designar un nuevo Elegido, un compañero sagrado en la antigua tradición de la Divinidad Bipolar. Ella fue la alta sacerdotisa de la Divinidad que derramó el óleo sagrado sobre los cabellos de Jesús y así se verificó el rito ancestral de elegir un consorte en los Círculos del Grial. Los artistas que han sabido mantener la tradición  representan a María Magdalena siempre con un túnica o un manto rojo, símbolo de ser la iniciadora. El manto negro es la metáfora de la sabiduría, el blanco de la pureza y el rojo de la iniciación. Igualmente se la representa portando el frasco de alabastro, donde se deposita el óleo con el que ha de ser ungido el Elegido o Cristo en griego, el compañero consorte de la Sacerdotisa Suprema, el Rey del Sacrificio, según aquella Vieja Religión. Cada Iniciado ha de morir ritualmente para alcanzar el nivel de Resurrecto.  Ella era la Iniciadora, la que confiere el rango de Elegido, elevando al iniciado a la categoría de encarnación del Señor o Arquetipo Divino Masculino. Por tanto ella encarnaba a la Diosa y había alcanzado el nivel de Sacerdotisa Guardiana del Grial.


EL GUARDIAN

EL GUARDIAN

El guardián del poder verdadero se encuentra delicado y fuerte ante la puerta del reino floreciente. Desde ahí fluye y corre la fuerza latente del rayo femenino que todo lo une, que realiza milagros verdaderos hacia los mundos de la eternidad. Desde allí viene y hacia allí fluye traspasando el velo de la temporalidad. Ella es la victoria sobre la oscuridad, ya que esta debe desaparecer cuando haya llegado su tiempo. La fuerza oscura no tiene ningún poder en comparación con lo verdadero, con la luz eterna. Porque lo que esta fuerza amada consigue unir permanece unido hasta la eternidad.

EL LIBRO DE LA VIDA

EL LIBRO DE LA VIDA

A Deo rex, a rege lex

A Deo rex, a rege lex
De Dios el Rey, del Rey la ley

A fructibus cognoscitur arbor

A fructibus cognoscitur arbor
Por sus frutos conocemos el árbol

EL ULTIMO GRAN MAESTRE

EL ULTIMO GRAN MAESTRE

JACQUES BERNARD DE MOLAY

Tuve una flota de bajeles y puertos privados,

una franja de tierras en el contorno de París

y un ejército de hombres dispuestos a morir

por reconquistar para la Cruz los lugares sagrados.

Custodié un tesoro y mi Orden fue el mayor banco

de Europa. El rey fue mi deudor y no me sometí

ni siquiera a la potestad del Vaticano. Viví

el éxito de tomar Jerusalén con mis soldados.

Y ahora heme aquí, engañado por el Papa

y Felipe IV de Francia. Me hicieron venir

de Chipre con la excusa de una nueva cruzada

para luego detenerme y obligarme a mentir

bajo tortura. Para robar la fortuna templaria

arderé en la hoguera y se harán con el botín.

A SUPERBIA INITIUM SUMPSIT OMNIS PERDITIO

A SUPERBIA INITIUM SUMPSIT OMNIS PERDITIO
De la soberbia toma el inicio toda perdición.

ANIMACION TAPICES DE BAYEUX