El Monasterio de San Juan de la Peña es uno de los monumentos cuyos muros fueron testigo de los orígenes del Reino de Aragón. Se rodea de un halo de leyenda potenciado por su recóndita ubicación en un paraje entre rocas, en el Alto Aragón. Fue centro del poder religioso y político durante los siglos XI y XII. Así, acoge en su interior la sepultura de grandes reyes aragoneses y navarros como Sancho el Mayor, Ramiro I o Alfonso I el batallador y se convirtió en lugar de peregrinaje en la vía francesa del Camino de Santiago.
Este monasterio es una interesante construcción que aglutina diversos estilos artísticos, ubicado bajo una gran peña, de la que toma el nombre en el siglo XI. Presenta varias estancias superpuestas construidas en diferentes épocas entre las que destacan: una iglesia mozárabe o iglesia baja, la iglesia alta y su claustro románico, un panteón real y varias capillas barrocas.
Nada más entrar en el edificio se encuentra, a mano derecha, la zona más antigua del monasterio. Todavía existe la primitiva iglesia mozárabe, que consta de dos naves cubiertas por bóvedas de cañón y separadas por arcos de herradura sobre columnas. Las naves culminan en dos ábsides rectangulares excavados en la roca. Esta cabecera se decoró en el siglo XII con pinturas murales, realizadas al fresco, cuyo programa iconográfico se centraba en el martirio de los santos Cosme y Damián y la glorificación de la cruz. A partir del siglo XVII se instala en su interior el panteón de abades. En el siglo XI se remodela el monasterio y se amplía con nuevas dependencias como la sala de Concilios, de forma trapezoidal y dividida en cuatro espacios por arcos de medio punto sobre pilares.
En la parte alta se sitúa el panteón de los nobles, en cuyos muros perduran numerosas inscripciones funerarias sobre los personajes que allí se entierran y el panteón Real, muy afectado en un incendio que tuvo lugar en 1675, tras el cual se remodeló en estilo neoclásico. Además de las sepulturas de importantes reyes de Aragón, cabe citar la tumba del X Conde de Aranda encontrada en 1985. Del panteón se accede a la masadería y frente a él se dispone el museo del monasterio.
Sobre la iglesia baja se levantó, en el piso superior, la iglesia románica. Tiene una sola nave y cabecera triabsidal, cubierta por la roca que cobija al monasterio. El paso de la nave a los ábsides se realiza bajo tres arcos que descansan sobre columnas. De los capiteles que poseen las columnas, actualmente, tan solo es románico el que representa a Daniel llevado por un ángel ante leones. Estos ábsides se decoran con una banda de ajedrezados y arquitos ciegos. Al parecer la iglesia alta pudo tener pinturas murales, hoy desaparecidas.
A la iglesia románica se le añadió un claustro, que se ha convertido en el elemento más significativo y estudiado del conjunto monacal. Fue construido a finales del siglo XII y principios del XIII. Se compone de arquería se medio punto dispuestas sobre un podio. Los arcos se rodean por una moldura ajedrezada y descansan en columnitas con capiteles decorados. Los capiteles han sufrido grandes daños con el paso del tiempo y su disposición no corresponde con la original. Se atribuyen al trabajo del taller del Maestro de San Juan de la Peña o Maestro de Agüero y su iconografía agrupa representaciones sobre el Génesis, la infancia de Jesús, San Juan Bautista y la vida pública de Cristo. Del claustro parten dos capillas, la capilla de san Victorian al Norte y la de san Voto y Félix al Sur. La capilla de san Victorian es un estupendo ejemplo de la arquitectura gótico flamígera y contenía decoración pintada del siglo XIII. La capilla de san Voto y Félix es de construcción posterior, en la que destaca su portada de estilo clásico realizada en el siglo XVII.
Como importante centro religioso que fue durante la Edad Media, el monasterio de San Juan de la Peña custodió grandes obras de arte, unas perdidas, otras expoliadas, que ya no se conservan. Entre ellas hay que destacar piezas como las reliquias de San Indalecio, llevadas a Jaca en el siglo XIX. Pero sobre todo un cáliz traído a Huesca por San Lorenzo, que ahora permanece en la catedral de Valencia y que fue considerado durante siglos el Santo Grial.
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